domingo, 11 de noviembre de 2012

Juan Pedro Recio Lamata


Nuestro invitado de hoy, Juan Pedro Recio Lamata, es el autor de uno de los libros más leídos en Andalucía de los últimos meses. Y prueba de ello es el hecho de encontrarse en las librerías la tercera edición de “Las Cofradías de Sevilla en la II República”, título que ha cautivado a más de un miembro de esta cuadrilla. 

Las Cofradías de Sevilla en la II República. Juan Pedro Recio Lamata. Abec Editores.

Para quienes aún no conozcan a su autor, podríamos definir a Recio Lamata como un verdadero amante y estudioso de la Historia y la Semana Santa de Sevilla, donde nació en 1963. Cursó estudios primarios en los colegios de los Hermanos Maristas y Nuevo Liceo de dicha ciudad. Estudió bachillerato en el Instituto San Isidoro. Sus estudios universitarios de Graduado Social por la Universidad de Granada se vieron culminados con la memoria de fin de carrera “Gremios y cofradías en la ciudad de Sevilla”, obteniendo la máxima calificación. 

Casado y padre de dos hijos, es desde hace 27 años funcionario de la Administración Civil del Estado. 

Lector y estudioso de los asuntos relacionados con la Semana Santa de Sevilla, como ya hemos comentado, ha divulgado en el Boletín de las Cofradías de Sevilla y en publicaciones de varias hermandades, artículos de investigación y opinión de actualidad. Como ejemplos “ ;salidas extraordinarias de nuestras hermandades en el siglo XX“ o “Las ordenanzas de la Compañía de cargadores y Hermandad de la Estrella de 1566”, “Los caramelos de Hohenleiter”, aparte de otros artículos y trabajos relacionados con la II República y las hermandades sevillanas. 

Ha participado en charlas y conferencias en hermandades, abordando diversas temáticas: el 75 aniversario de la bendición del Cristo de la Salvación de la Hermandad de San Buenaventura, la Semana Santa de los años 30, Mesa redonda sobre capataces y costaleros, ciclo de conferencias “Los Miércoles del Buen Fin”, en esta Hermandad del Miércoles Santo, Siete siglos de Acción social en Andalucía, en la ciudad de Motril (Granada), invitado por el Aula de Pensamiento Francisco Javier de Burgos, participando igualmente en los actos del 175 aniversario del nacimiento de Gustavo Adolfo Bécquer con la ponencia “Bécquer y Soria”, dentro de los actos celebrados en la Fundación Valentín de Madariaga de Sevilla, bajo el título “Bécquer, tan cerca”, y en las jornadas cofrades de la Universidad de Huelva, con una ponencia bajo el título “Las cofradías de Sevilla en la II República”· 

Juan Pedro Recio Lamata. Foto: ABC de Sevilla

Participa activamente en varios medios de comunicación: colaborador y redactor de “Cíngulo y esparto”, programa de cofradías de ABC Punto Radio Sevilla, desde hace 6 años y columnista en www.pasionensevilla.com, aparte de colaborador ocasional del Boletín de las Cofradías de Sevilla, y el programa televisivo “Semana Santa de Sevilla” de Tele Sevilla. 

En el plano cofradiero, pertenece a las hermandades de El Museo, El Silencio, La Divina Pastora de las Almas de San Antonio de Padua y El Dulce Nombre, hermandad ésta en la que ha desempeñado puestos de responsabilidad en varias juntas de gobierno en los últimos 25 años.

Como última curiosidad podemos decir que esta entrevista se realizó durante el verano de 2012, siendo muchas de las preguntas realizadas a Juan Pedro Recio contestadas desde Argentina, por lo que agradecemos a nuestro invitado de hoy su amabilidad con Costaleros del Calvario al atendernos durante su viaje a tierras americanas.

1.- Juan Pedro, al tener su libro en la mano, cuesta creer que todo surgiera a raíz de un artículo sobre la ocultación de imágenes durante la II República. 

Surgió bastante antes de publicar el artículo. Una tarde de octubre de 2006, charlando con el amigo y periodista Víctor García-Rayo, éste mostraba su inquietud por conocer la verdadera historia de las ocultaciones de imágenes durante los difíciles años de la II República en Sevilla. Algunas de estas circunstancias eran conocidas. Otras no, y abundaban también las leyendas e historias que poco tenían que ver con lo que realmente ocurrió. 

Mostraba Víctor su pesar de que muchos de los testigos de aquellos avatares ya habían fallecido o eran ya personas longevas y un buen número de testimonios se estaban perdiendo para siempre. 

Aquella charla no tuvo repercusión inmediata, pero a los pocos días, casualmente releí en algún libro aspectos relacionados con la retirada del culto de imágenes y su posterior ocultación en un lugar seguro. 

Fue en ese momento cuando me propuse relacionar las ocultaciones de imágenes ya conocidas y tratar de averiguar algunas otras desconocidas por mí. Esto comenzó a modo de curiosidad y con la única finalidad de completar unos conocimientos propios bastante elementales sobre esta apasionante época. 

Poco a poco fui recopilando información de diferentes medios —libros y testimonios verbales principalmente—. Aquellos episodios de ocultaciones de imágenes y su retirada del culto me aportaron grandes dudas, y éstas trajeron aún más grandes preguntas: ¿Por qué se llegó a esta situación?, ¿Quiénes se proponían destruir patrimonios artísticos, culturales, históricos y también, cómo no, devocionales? ¿Cómo era la Sevilla de la época? ¿Cómo eran las hermandades y cofradías entonces? ¿Cómo era la Semana Santa de Sevilla y cómo eran sus señas de identidad: música, pasos, saetas, itinerarios, cortejos, capataces y costaleros…? 

Recreación del manto rojo de la Macarena, según el blog  Cuestión de Cofradías

Esa necesidad de responder a mis propias preguntas, me llevaron a leer, estudiar, indagar y sobre todo a tratar de conocer unos años y unas circunstancias con muchas sombras y —a priori— con pocas luces. 

El artículo sobre las ocultaciones, fue el remate a estos cuatro años de trabajo —duro pero enriquecedor—, y salió publicado en el Boletín de las Cofradías de Sevilla en julio y agosto de 2010, cuando el libro ya estaba en fase de maquetación. 

2.- En la bibliografía del libro podemos encontrar consultas a 5 periódicos, 6 revistas, 20 boletines y casi 60 libros diferentes. ¿Por dónde se comienza a buscar ingente cantidad de información? 

La información contenida en libros y otras publicaciones (boletines de hermandades, Boletín de las Cofradías de Sevilla, etc.) fueron la base. A estas importantes fuentes de información les fui sumando otros libros específicos de historia de Sevilla, de la época de la II República tanto en Sevilla como en el resto de España. Sin olvidar por supuesto a dos publicaciones importantísimas, por la pluma que las escribieron y por los años en que vieron la luz: “Estudio de los edificios religiosos y objetos de culto de la ciudad de Sevilla, saqueados y destruidos por los marxistas”, obra de Hernández Díaz y Sancho Corbacho (1936) y “La persecución religiosa en la Archidiócesis de Sevilla (1938) de D. Antonio Tineo Lara y D. José Sebastián y Bandarán”. 

La tercera fuente de información, de suma importancia, fue la Hemeroteca Municipal de Sevilla, donde se conserva abundante prensa escrita de la época, y que en la medida de lo posible, cubrió las lagunas y los vacíos hallados en los archivos de hermandades que pude consultar y en los que lamentablemente se perdieron no sólo en aquellos años, también en las riadas, y a causa de la mala conservación y en ocasiones, a la baja preocupación en otras épocas por los “papeles viejos”. 

Revistas, programas cofradieros y fotografías de diversos fondos —hermandades, ABC, El Correo de Andalucía, D. Víctor José González Ramallo y de otras personas—, complementaron la obra. 

Los testimonios orales fueron la fuente no escrita; la voz de la memoria. Hay que destacar que en las actas y documentos de aquellos años casi no se reseñaban las importantísimas decisiones que se adoptaban —casi de manera clandestina—, y sobre todo hay testimonios desgarradores de personas con las que tuve el honor de hablar, y quienes me transmitieron circunstancias vividas en primera persona o bien tradiciones orales atesoradas en sus familias. 

Alfonso XIII en la tribuna de la plaza de San Francisco Jueves Santo 1906. Fuente: Blog La Gente Buena

3.- Y sobre todo, ¿Cómo se clasifica? 

Se clasifica con mucho tacto, intentando no obviar ningún dato por insignificante que parezca. La información la iba agrupando en diferentes apartados—en un principio el libro tenía 32 capítulos, que se vieron resumidos a los 24 finales—. 

Paralelamente iba incorporando todos los datos a una cronología de cada una de las hermandades con las circunstancias propias de cada una de ellas. Esta última base de datos me resultó muy útil. 

4.- Con toda la información tratada y el tiempo dedicado a su elaboración (cerca de 4 años), este título podría suponer una tesis doctoral. 

Si, es cierto. La verdad es que si al comienzo de todo esto llego a saber el trabajo que suponía, quizá no me hubiera embarcado en esta iniciativa.

5.- A parte del “Estudio de los edificios religiosos y objetos de culto de la ciudad de Sevilla, saqueados y destruidos por los marxistas”, obra de Hernández Díaz y Sancho Corbacho de 1936, citado anteriormente, no encontramos en su biografía ningún título que ofrezca una visión tan amplia de lo ocurrido en Sevilla, desde un prisma religioso y/o cofrade. ¿Hacía falta escribir un libro como este? ¿Por qué se ha tardado tanto en hacerlo? 

El libro al que haces referencia es muy clarificador. Durante años, los sucesos de la II República tenían una respuesta oficial muy clara: la culpa era de los otros. En 1982 el catedrático de Antropología D. Isidoro Moreno descorrió las cortinas que tapaban muchas mentiras sobre aquellos años. Otros autores como Nicolás Salas o José Manuel Macarro Lora han abordado magistralmente el devenir de la II República y la Guerra Civil en Sevilla, pero no existía una publicación específica sobre cofradías en esta importante y a la vez devastadora época. 

No sé por qué se ha tardado tanto tiempo en escribir un libro como éste. Es complicado afrontar una monografía donde religiosidad popular, historia, política y memoria vayan unidas y no revueltas. Me propuse presentar un libro de cofradías, en el que política, ideologías y conflictos sociales fueran sólo el escenario de las hermandades y cofradías de Sevilla en aquellos años. 

Antonio Castillo Lastrucci. Imaginero clave de la Semana Santa de Sevilla  en la 1ª mitad del S XX
6.- Usted mismo ha declarado que “Las Cofradías de Sevilla durante la II República” es solamente un libro de cofradías. Pudiera haber quien entendiera que es algo más, pues representa una auténtica clase magistral de historia, con apuntes de arte o política. 

Reitero que mi única intención era y es estudiar y analizar la vida de las hermandades en los años 30 del pasado siglo. Igualmente interesante hubiera sido estudiar con profundidad algunas décadas del siglo XIX, el fin del Barroco o quizá los oscuros orígenes de la Semana Santa en Sevilla, pero esta época aparentemente lejana en el tiempo pero cercana en nuestra historia llegó a apasionarme y por eso le dediqué mi esfuerzo. 

7.- Durante el siglo XIX y principios del XX la situación política en España es verdaderamente convulsa, con 6 reyes distintos, regencias, una primera república con hasta 5 presidentes distintos, exilios, guerras carlistas, la pérdida de las últimas colonias o los continuos incidentes durante el reinado de Alfonso XIII. ¿Pudieran muchos de los hechos descritos en su libro tener su origen en heridas anteriores no cicatrizadas? 

Evidentemente la II República no llega por casualidad; las revoluciones ideológicas, los vaivenes políticos y las corrientes anticlericales del siglo XIX, incidieron de manera notable en el devenir del siglo XX. 

8.- Por cierto, uno de los acontecimientos que también cubrió Sevilla de ataques al patrimonio religioso, respetando las diferencias, fue la ocupación de la ciudad por las tropas francesas (1810-1812). Sin embargo en aquellos años la historia habla de ataques al patrimonio por motivos estratégicos, pero no tanto por motivos meramente religiosos o antirreligiosos, como ocurriría durante la II República. 

Es así. Durante la invasión francesa, el expolio de obras de arte, joyas y recintos religiosos obedecían a otras causas: apropiación de bienes artísticos, adaptación de iglesias y conventos a cuarteles, oficinas, cuadras y almacenes… En cambio en algunos momentos de la II República y en la Guerra Civil, este destrozo se debió al anticlericalismo que situaba a la Iglesia próxima a la Monarquía y junto a clases sociales alejadas de los más humildes. 

Los franceses destruyeron muchas obras de arte por simple desconocimiento o para cubrir necesidades básicas. Llegaron en febrero y el frío les indujo a quemar obras de arte (retablos, mobiliario, etc.) para calentarse. Muchas de las obras expoliadas en aquella invasión, aún se conservan, aunque lejos de Sevilla. 

9.- Su libro narra unos años verdaderamente atroces para el patrimonio y la vida de las cofradías de Sevilla. Sin embargo, los años inmediatamente anteriores a los narrados están repletos de nombres importantísimos en la Semana Santa de Sevilla (y Andalucía), aún hoy considerados como referentes en sus respectivas facetas, tales como Juan Manuel Rodríguez Ojeda, Antonio Castillo Lastrucci o Manuel López Farfán. 

La década de los años 20 fue sin lugar a dudas la época artística más fecunda de todo el siglo XX. Artistas como Font de Anta, López Farfán, Castillo Lastrucci, Seco Imberg o Juan Manuel Rodríguez Ojeda dotaron a la Semana Santa de Sevilla de muchas de sus actuales señas de identidad. Nuevas hermandades, refundaciones de otras antiguas, recuperación de imágenes de gran valor histórico- artístico y un vasto patrimonio —orfebrería, talla, bordado, música— fueron la herencia de aquellos años donde otro activo de Sevilla, el turismo, emergía al reclamo de la Exposición Iberoamericana de 1929 y también, por supuesto atraído por sus fiestas de primavera: La Semana Santa y la Feria de Abril. 

Canasto de la Hermandad de San Roque (1923). Foto: Blog Los Termos Gordos

10.- Los pasos del Cristo de la Salud de la Candelaria (1923), La Cena (1928) y Los Gitanos (1929), el canasto del paso de San Roque (1929), o el manto bordado (1930) y el palio rojo (1931) de La Macarena son ejemplos de estrenos muy importantes celebrados durante los años precedentes. ¿Qué hubiera sido de la Semana Santa de Sevilla de no haber sufrido el parón patrimonial de los años 30? 

Es difícil saberlo. Quizá el auge de los años 20 se ralentizara. La finalización de la Exposición y la crisis económica hubieran sido factores determinantes para que nuevos proyectos vieran la luz. Quizá algunos de los avatares de final de la década de los 30 o principios de los 40 se hubieran adelantado: refundación de hermandades extinguidas o creación de nuevas corporaciones, por poner ejemplos. 

Haciendo un poco de ciencia-ficción cofradiera, pudiera ser que se hubieran reorganizado alguna de las hermandades extinguidas o que algunas nuevas hubieran visto la luz antes de su aparición —Vera Cruz, Jesús Despojado—. 

También hay que pensar que muchas de las joyas que poseen las cofradías de Sevilla en la actualidad son la consecuencia directa de la destrucción de aquellos años. Imágenes que reemplazaron a las que se perdieron —San Roque, La Hiniesta, Los Gitanos, San Bernardo, La O, Jesús Despojado…—, pasos —Desprecio de Herodes—, insignias —Amargura—, bordados, orfebrería…


11.- En 1929, dos años antes de la proclamación de la II República, el Cardenal Eustaquio Ilundain Esteban publica unas prohibiciones para las cofradías que acabaron, por ejemplo, con el cante de las saetas, con las hermanas nazarenas o con los hermanos mayores por periodos superiores a 5 años (acabando así con los mecenas de algunas hermandades, e incluso con las reglas de la Hermandad de los Negritos). ¿Qué impacto real tuvieron sobre las cofradías estas prohibiciones “internas”, previas a las que traería la II República? 


Prácticamente ninguna. La saeta siguió siendo uno de los aspectos más destacados de la celebración de la Semana Santa. En estos años, incluso, la saeta entró en los templos. Hasta ese momento este cante de raíces flamencas tenía su sitio en la calle, en los balcones. La falta de cofradías le abrió las puertas de las iglesias donde las imágenes recibían estas peculiares oraciones cuando no salían. 


Por lo que respecta a la permanencia de hermanos mayores durante más tiempo del establecido por las normas de los obispos del sur de España, queda claro que muchos continuaron de manera interina ya que era difícil encontrar personas dispuestas a presidir asociaciones religiosas en aquellos años. Además, en hermandades con una baja nómina de hermanos esa dificultad se acentuaba. En algunos casos, para cumplir la norma, los hermanos mayores “habituales”, dejaban el cargo por algunos meses en manos de otros cofrades, al objeto de romper la prescripción, asumiendo la responsabilidad de nuevo. 

Cardenal Eustaquio Ilundain Esteban
12.- ¿Lo podríamos considerar como el enemigo en casa o realmente eran necesarias estas prohibiciones? 



Quizá fueran prohibiciones excesivas, pero es cierto que en algunos aspectos, los abusos y desmanes indujeron a la Autoridad Eclesiástica a tomas cartas en el asunto. Por ejemplo, el cante de saetas en lugares estratégicos se convertía en ocasiones en auténticas porfías entre destacados saeteros que eclipsaba la religiosidad de la Semana Santa. En otros aspectos, como la limitación a las mujeres para participar en las estaciones de penitencia, resultó algo nefasto y carente de sentido. Un estigma superado, afortunadamente, en la actualidad. 


13.- En mayo de 1931, y tras la “Quema de Conventos”, no son pocas las hermandades que comienzan a tomar medidas para proteger su patrimonio, comenzando aquí una de las partes más interesantes de su libro. 


Esos primeros ataques a edificios religiosos —especialmente la capilla de San José—, fueron el punto de partida a una frenética y trascendental actividad proteccionista. Muchos tesoros artísticos se hubieran perdido irremediablemente si no se hubieran adoptado medidas de seguridad —algunas de ellas realmente ingeniosas—. 


14.- Entre todas ellas, la Hermandad del Cachorro llama la atención por buscar medidas de protección para sus imágenes incluso antes de aquel fatídico hecho. 


Efectivamente. El ambiente enrarecido que se respiraba en Sevilla en aquellos inicios de la República era un presagio de lo que lamentablemente ocurriría. No en balde, Sevilla fue sin lugar a dudas la ciudad más agitada y problemática en los inicios de la II República. El entorno del Patrocinio era un enclave con gran presencia revolucionaria, y los temores de la Hermandad eran más que justificados. 


Saqueos a iglesias durante la II República. Fotografía: galeon.com


15.- Cachorro, Quinta Angustia, Montserrat, Soledad de San Buenaventura, Valle, Gran Poder o Esperanza de Triana, por citar algunos ejemplos, decidieron actuar directamente sobre sus sedes canónicas o bien ocultar las imágenes durante algún tiempo. Esto representaba una merma económica para las maltrechas arcas cofrades. 


No necesariamente. La merma económica para las hermandades vino determinada principalmente por la crisis económica —se redujeron considerablemente los ingresos—, por circunstancias legales —la Constitución de 1931 prohibía el sustento y ayuda económica de entidades religiosas—, y también a que muchas hermandades vieron disminuir de manera alarmante su nómina de hermanos. Había corporaciones que apenas llegaban a los 100 cofrades. 


16.- Por no hablar del formidable riesgo en el que las ocultaciones ponían a los hermanos que custodiaron las imágenes. 


Ese es un aspecto muy destacado. La bravura de las personas que vigilaban los templos ante la posibilidad de ofensivas, el arrojo de los que participaron en el traslado de imágenes y objetos religiosos a lugares seguros y sobre todo la mezcla de temeridad, cariño y valentía que demostraron aquellos que acogieron en sus casas a las imágenes que se retiraron del culto, son cualidades que definen a aquellos cofrades. 


Antigua Dolorosa de la Hiniesta. Fotografía: Hermandades de Sevilla


17.- Desgraciadamente, las medidas pensadas por algunas hermandades, como la Hiniesta, no llegaron a tiempo, y en Abril de 1932 se perdieron las imágenes y parte de su patrimonio en el famoso incendio de San Julián. 


Exacto. Los ataques a templos no se presentían, como es lógico, y era algo inédito hasta la llegada de la República. Hablando del incendio de San Julián, hay que subrayar que, a diferencia de los demás asaltos y quema de templos, éste no tuvo connotaciones políticas de manera clara. Sus autores eran dos vecinos del barrio que no actuaron bajo el paraguas de ideologías o siglas revolucionarias. Según confesiones de uno de ellos, Rafael García Aguilar, lo hicieron simplemente, “porque sí”. 
Virgen de la Hiniesta Dolorosa tras el incendio de San Julián. Fotografía:  Soledad de Huevar


18.- Tras aquel episodio algunas hermandades deciden aumentar sus precauciones, uniéndose otras que anteriormente aún no habían llegado a acuerdos como el Calvario, La Cena, Sagrada Mortaja, Silencio o Macarena. 


El incendio de San Julián fue el primer atentado en el que resultó damnificada una Hermandad. Muchos sevillano pensaban que las cofradías, tan arraigadas en el entramado social de Sevilla y tan presentes en la vida de la ciudad no serían nunca objeto de ataques como después, lamentablemente, quedó patente. 


19.- Tan compleja debió ser la situación que todas las hermandades, a excepción de la Estrella (y ésta tras dos votaciones con bastante polémica), votaron en contra de la salida procesional de 1932. ¿Qué motivos reales había detrás de aquella decisión? 


Las decisiones de no salir en 1932 fueron de diversa naturaleza. No se pueden focalizar en el manido asunto del “boicot” a la República por parte de las hermandades, ni a las presiones recibidas por éstas. Los cabildos generales de hermanos —algunos con asistencia de varios cientos de cofrades— fueron rotundos en la mayoría de los casos, decidiendo mayoritariamente, y en muchos casos de manera unánime, que las cofradías no salieran. La falta de ayuda económica —subvención municipal—, la inseguridad en las calles —la sufrió La Estrella el Jueves Santo—, la desconfianza en las autoridades, la nueva legislación anticlerical —matrimonio civil, divorcio, desacralización de cementerios, etc.—, el hostigamiento a la Iglesia Católica, la falta de ambiente religioso, y por supuesto el distanciamiento entre la Iglesia y el Estado, fueron determinantes para que las hermandades decidieran no salir. Independientemente del poder de convicción de los hermanos mayores y personas influyentes, hay que resaltar que en la inmensa mayoría de los casos, fueron los cabildos generales de hermanos los que decidieron suspender las estaciones de penitencia. 


20.- Finalmente, La Valiente hizo Estación de Penitencia en la Catedral de Sevilla, aún cuando tuviera que sortear más de un incidente, disparos incluidos. En un ambiente tan hostil como la Sevilla de 1932, ¿Realmente era necesario hacer Estación de Penitencia, aún cuando así los dispusieran las Reglas de la hermandad, so pena de haber podido generar un altercado público? 


Evidentemente, realizar la estación de penitencia en las circunstancias que la llevó a cabo la Estrella no era nada halagüeño, ni siquiera necesario. Lo fácil hubiera sido seguir la estela de las demás cofradías y no salir. Nazarenos que no eran hermanos de la Hermandad, dimisiones en la Junta de Gobierno, incluida la del Director Espiritual, críticas por parte del resto de hermandades... Aquella histórica salida, aparte de los incidentes, agresiones y atentados, se vio jalonada de estas vicisitudes. Al año siguiente, La Estrella tampoco salió, principalmente por las circunstancias vividas en torno a la salida procesional de 1932. 


Salida de la Estrella en 1932


21.- ¿Qué representó esta salida para la Sevilla civil, y sobre todo para el resto de hermandades? 


Esta salida procesional dotó a la Hermandad de la Estrella de una vitola de la que aún se sigue haciendo gala: La Valiente. Valiente para unos por haber desafiado a la difícil situación político-social. Valiente para otros por haber retado al boicot del resto de hermandades ante la negativa generalizada a hacer estación de penitencia. En mi opinión, La Estrella, hermandad valiente para algunos, y temeraria para otros, fue independiente en sus planteamientos. 


22.- Sin embargo, y a pesar de los malos tiempos que se comenzaban a vivir (y los gastos en protección mencionados anteriormente), las hermandades de Sevilla no se olvidan de los más necesitados existiendo casos de hermandades que destinan importantes cantidades de dinero a enfermos y necesitados (el dinero recaudado de las papeletas de sitio, por ejemplo). 


La asistencia al prójimo siempre fue uno de los fines de las cofradías, y en esta época, azotada por una fuerte crisis económica y religiosa, las hermandades no cejaron en su empeño asistencial, respondiendo a la llamada de auxilio de un número importante de personas enfermas y de otras cuyas condiciones de vida y precariedad laboral requería ayuda directa.

23.- Transcurridos muy pocos días desde aquella solitaria salida, una noticia vuelve a sacudir a las cofradías: la Anunciación, propiedad de la Universidad, queda desacralizada, no pudiendo la Hermandad “rescatar” al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, propiedad de la Universidad, ni al resto de imágenes y patrimonio propios. 
En términos generales, fue la carta de presentación de las intenciones laicistas del Gobierno de la República. Era una muestra clara de la separación absoluta entre el Estado y la Iglesia que se establecía en la nueva legislación.

Particularmente fue un episodio especialmente duro para una Hermandad muy joven, recién fundada y que vio seriamente alterada su vida interna, vislumbrándose un futuro incierto.



Salida Santísimo Cristo de la Buena Muerte desde la Anunciación. 1951

24. Y por si todo esto fuera poco, cuando en 1933 se cumplían XIX siglos de la Pasión y Muerte de nuestro Señor, Sevilla lo “conmemora” sin hermandades por sus calles (lo cual no ocurría desde 1825).

Curiosamente una efeméride de tal calado, se celebró sin cofradías en las calles. Aún así, los cultos internos brillaron de manera sobresaliente, con gran afluencia de público, pasos montados en las iglesias, altares de cultos levantados ex-profeso, incluso con la celebración de cultos poco habituales en la época, como besamanos y besapiés de imágenes.

25.- Las elecciones de noviembre de 1933 representan un vuelco con victoria de la Coalición Española de Derechas Autónomas (CEDA), lo cual calma ligeramente la situación permitiéndose así la salida de un total de 13 de las 45 cofradías existentes. Finalizaba el bienio rojo. 

El cambio político fue de suma importancia —aunque no determinante— para que las hermandades volvieran a plantearse reanudar sus estaciones de penitencia. Las excepcionales medidas de seguridad, la ayuda económica, el vacío cofradiero de los dos años anteriores y también el deseo —y hasta la necesidad— de retornar a la normalidad, hicieron posible que 13 cofradías salieran en 1934, aunque pudieron ser algunas más.

Cristo de la Fundación, "Negritos" en 1930. Foto: Los capillitas del arte
26.- Tras la relativa tranquilidad de 1935, 1936 comienza con unas elecciones generales en febrero que otorgan el poder al Frente Popular, lo que hace que de nuevo el ambiente se encrespe y se vuelvan a vivir episodios de ocultaciones de imágenes y patrimonio como ocurrió en las hermandades de la Estrella, San Esteban, La Cena, Negritos o Amargura, entre otras.

Sí. Resulta llamativo que las imágenes se ocultaran y volvieran a los templos para los cultos o para ser entronizadas en sus pasos. Analizando este fenómeno, y a diferencia de 1931-1932, en aquellos primeros meses de la República las ocultaciones respondían a los primeros ataques e incendios a templos —San José, San Julián, Buen Suceso, etc. — mientras que en vísperas de la Semana Santa de 1936, las prevenciones obedecían al recelo que levantó el triunfo del Frente Popular en las elecciones y a una probable oleada de ataques anticlericales que, afortunadamente, no se cumplió.

27.- Sin embargo, muchas de estas imágenes regresan de sus particulares exilios para vivir una inusualmente tranquila Semana Santa (e incluso cultos previos), con la única ausencia de aquellos pasos que por los deterioros de años anteriores o por motivos económicos no pudieron salir. 

En 1935 salieron todas las cofradías, ya que la bonanza climatológica ayudó. Fue la única Semana Santa de la II República en que salieron todas.

La Semana Santa de 1936 parecía condenada al deslucimiento. Debido a la lluvia, muchas cofradías no salieron o se vieron afectadas. Santa Cruz fue la única que había decidido previamente no salir. El desolador mes de febrero, trajo —aparte del temido triunfo del Frente Popular— las inundaciones provocadas por los ríos Guadalquivir, Guadaira y Tagarete que se prolongaron hasta el mes de abril, ofreciendo una imagen muy deteriorada de la ciudad. Varios muertos, un gran número de heridos y problemas sanitarios para la población fueron como una premonición de lo que meses después sucedería.
La Macarena preparada para ser escondida. Foto:  Qué aprendemos hoy
28.-Entre aquellas imágenes, hemos querido tratar de manera independiente la imagen de La Macarena, cuyas fotografías dentro de un cajón tal vez sean de las más famosas e interesantes a los cofrades y público en general.

Efectivamente las fotografías de la Esperanza Macarena —también de la Amargura— han sido y siguen siendo el testimonio descarnado de las dificultades que vivieron las cofradías en aquellos años. Los sucesos protagonizados por la Virgen de la Esperanza están muy bien documentados, y son ampliamente conocidos por el público general, pero sólo son circunstancias similares a las vividas por un buen número de hermandades sevillanas.
La Amargura preparada para ser escondida. Foto: CTV
29.- Algo que nos llama altamente la atención es la enorme cantidad de público que podemos ver tanto en la salida de la Estrella de 1932 como en las salidas de 1935 y 1936. ¿Cree usted que se trata de una curiosidad extraordinaria dados los acontecimientos, o de verdadera fe y devoción hacia las imágenes?

La Semana Santa de Sevilla siempre se ha visto arropada por la fe y la devoción de los creyentes y ha despertado la curiosidad de los no creyentes, por tanto pienso que aquellas salidas procesionales no eran más que algo que se repite año a año. Sí es cierto que, en el caso de 1932, la salida de La Estrella, dada su excepcionalidad, aglutinó a una cantidad de público que en condiciones normales, se encontraba repartida en torno a varias cofradías. Por lo que respecta a 1934, tras dos años sin cofradías, el público se echó a la calle, movidos por esa mezcla de fe y curiosidad, y también para acompañar a las cofradías que optaron por salir ese año. La normalidad de esta Semana Santa, las medidas de seguridad dispuestas y también la actitud del pueblo sevillano fueron determinantes para que en 1935 la situación cofradiera se normalizara ya de manera definitiva y continua hasta la actualidad.

30.- De aquellos años podemos recordar imágenes totalmente inéditas e irrepetibles como por ejemplo la Hermandad de La Macarena saliendo de la Anunciación. La generosidad entre hermandades se hizo, además de patente, necesaria. 

Aquellas visiones inéditas de nuestras cofradías fueron la consecuencia nefasta de una época. La generosidad entre hermandades, la improvisación a la hora de organizar salidas procesionales, la imaginación de los responsables cofradieros a la hora de buscar medios económicos, la valentía de quienes no renegaron de sus principios, cuando la situación invitaba a todo lo contrario o el riesgo a qué se sometieron no pocos cofrades a la hora de proteger templos o esconder imágenes en sus casas, son algunas de las señas de identidad de los cofrades que vivieron aquellos terribles años.

La Macarena saliendo de la Anunciación. Foto: Entre Huelva y Sevilla

31.- Juan Pedro, en su opinión, ¿deberían aprender las cofradías de Sevilla algo de aquellos acontecimientos, o por el contrario fueron hechos exógenos a ellas mismas (aunque les afectase) ante lo que no cabe mayor reflexión cofrade?

Por supuesto que se debe de aprender de aquellos sucesos. Es más, no sólo de aquellas contingencias. La historia de las hermandades, muchas veces es desconocida por una gran cantidad de cofrades, mientras que otros aspectos efímeros, puntuales, son los que se conocen de manera amplia y parecen ser los realmente sobresalientes: bandas de música, cuadrillas de costaleros, cambios de capataces, vestidores…

32.- Seguramente algunos pasajes de su libro le conmoverían cuando los estuvo rescatando de hemerotecas, archivos o conversaciones con personas cercanas a ellos. ¿Qué ha sido lo que más le ha conmovido?

Tienes razón. Hay testimonios realmente conmovedores, sobre todo en los que se vieron involucrados los niños. Recuerdo con especial emoción el relato de Adela Piazza, cuando me contaba como desde el balcón de su casa, junto a su hermana Amparo, vieron llegar a un “bulto”, sobre un carrillo, y que no era otra cosa que la Virgen del Valle.

O la historia de Rosa Lara, que nació en vísperas de la Guerra Civil en la propia capilla de Montserrat, en circunstancias muy adversas.

También el caso de Teresa Chico quién me contaba como la Virgen del Rosario de Monte-Sión, “durmió” en su casa, aunque la edad y la memoria no le permitían recordar en qué momento concreto de aquellos años.

O como Manuel González, un joven cofrade de La Estrella, se llevó a la Virgen a su casa, viendo que nadie se ofrecía. En aquel inmueble vivían muchos vecinos; algunos de ellos temían que lo que se ocultaba en casa de la madre de Manuel fuera armamento o explosivos. Curiosa y milagrosamente, ninguno de los vecinos sufrió ningún percance en aquellos momentos iniciales de la Guerra Civil.

33.- Aparte de en hemerotecas, se han consultado actas de las propias hermandades. ¿Ofrecen las hermandades facilidades para la investigación de sus archivos o por el contrario son “tesoros” de uso propio?

Hay de todo. En la mayoría de hermandades la predisposición fue magnífica. La colaboración de archiveros ha sido fundamental y muchos de ellos ya son amigos personales.

Hay hermandades que no cuentan con documentación propia de la época debido a su pérdida en los sucesos relatados en el libro, o en riadas posteriores. Otras hermandades tienen archivos fabulosos, muy bien organizados y con gran cantidad de documentación: San Isidoro, El Museo, La Trinidad, San Bernardo… etc.

En algunos casos —muy pocos— percibí recelo en los responsables de las hermandades a la hora de ofrecer la información solicitada, pero al ir desvelando los contenidos del libro y la orientación de los mismos, esos temores se tornaron a colaboración desinteresada y digna de agradecer.

Las peticiones de autorizaciones para publicar fotografías de los archivos de hermandades fueron atendidas también de manera favorable.

 
Portada del Diario ABC. 1935
34.- ¿Tiene constancia de si “Las Cofradías de Sevilla en la II República” ha podido servir a alguna hermandad para conocer mejor su propia historia?

Pues sí, hay bastantes ejemplos, sobre todo en casos en los que no se cuenta con archivos o documentación de la época debido sobre todo a las pérdidas sufridas, o en los casos en los que los testimonios orales han revelado avatares olvidados en muchas hermandades. También aspectos generales recogidos en el libro, han sido bien acogidos por muchos cofrades, que desconocían cuestiones puntuales.

Otro aspecto destacable es que algunas de las fotografías publicadas en el libro no eran conocidas por sus hermandades, y gentilmente se las hemos cedido, con la autorización de sus legítimos propietarios.


35.- ¿Está todo escrito en su libro sobre las Cofradías de Sevilla en la II República, o por el contrario su publicación le ha abierto puertas para seguir investigando?

En absoluto está todo escrito. Esta obra abre muchas puertas y puede servir de base a otros trabajos. Desde su presentación dejé claro que uno de mis mayores anhelos sería que los contenidos de mi libro sirvieran a otros investigadores cofradieros.

Afortunadamente he visto en libros y artículos publicados bajo la firma de autores de gran prestigio referencias a mi libro. Es algo que me enorgullece.

En mi caso particular, he realizado ya otros trabajos relacionados con algunos aspectos del libro, y que han salido publicados con posterioridad en el Boletín de las Cofradías de Sevilla, y en publicaciones propias de sobre varias hermandades. También he sido invitado por varias hermandades a pronunciar conferencias sobre aspectos relacionados con estos años de la II República y su repercusión en las cofradías.

Cristo del Calvario estrenando faldones en 1927

36.- ¿Cómo recibe la editorial su proyecto?

Muy bien. Era un proyecto incierto. Hablamos de un autor desconocido en este tipo de publicaciones y la editorial comenzaba su andadura. Sólo 3 o 4 libros había publicado antes que el mío ABEC Editores, y la edición del mio era una apuesta fuerte.

Sin leer ni un solo párrafo del manuscrito, me dieron un “SÍ” rotundo, y no tuve que mostrar lo que tenía entre manos hasta que presenté los textos terminados. La confianza que depositó en mi, D. Germán Álvarez-Beigbeder Gago, mi entrañable amigo Germán, fue una muestra de la generosidad y confianza de esta joven editorial con autores noveles como yo.

Como anécdota no confesada hasta ahora, he de deciros que tenía todos los textos terminados, las fotografías elegidas e incluso designados los prologuistas, pero no teníamos decidido el título del libro. Fue a última hora cuando fijamos un título significativo y descriptivo de la obra.

37.- El tema tratado es desde el origen llamativo, pero ¿pensaron en algún momento en la repercusión que está adquiriendo? 

La verdad es que no. Mi ilusión era ver publicado el libro, sin importarme para nada los asuntos comerciales o editoriales, pero lo cierto es que la primera edición se agotó al mes de salir publicada. La segunda también se vio agotada antes de la Semana Santa de 2011, viendo la luz la tercera en sus vísperas.

Juan Pedro Recio nos presenta su libro, con nuestro blog al fondo.
Como punto final, me gustaría añadir que sin duda, la mayor satisfacción personal la viví al ver mi libro en la Biblioteca de Sevilla, a la mano de quien quiera consultar, leer o simplemente ojear mi trabajo. Ver esta obra mía entre tantas publicaciones de tantísimos e importantes autores es algo que me llena de orgullo y complacencia.

Sólo me queda, por último, agradecer a los miembros del Blog Costaleros del Calvario la invitación a compartir con todos vosotros estas reflexiones, y la oportunidad que se me brinda para hablaros, simplemente, sobre “las cofradías de Sevilla en la II República”. Un abrazo a todos. Hasta siempre.

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